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SIMBOLISMO DE LOS TRES
BEMOLES EN LA MÚSICA MASÓNICA
La
música masónica representa el equilibrio y el orden, es la
mediadora entre el corazón y el intelecto, música para satisfacer
nuestra vida espiritual que nos aleja de las creencias medievales
en las que la vida era una preparación hacia la muerte. Es música
despojada del ornato galante, desnuda de su artificio y presentada
en las celebraciones masónicas.
El
papel que ejerció la música en las «logias» masónicas fue
determinante en sus celebraciones, pero está por determinar si los
compositores utilizaron esta o aquella música para adentrarse en
un mundo de claves masónicas, es decir, si utilizaron su
conocimiento técnico para verterlo en lo que podríamos llamar
«principios doctrinales masónicos». Sólo la demostración de esos
códigos nos certificaría la existencia de una música de carácter
masónico.
Jean-Philippe Rameau
(1683-1764), autor de la
Ópera The Generous Freemason (Londres, 1730) |
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Conocemos las obras que fueron dedicadas a la Orden por autores de
la talla de Johann Cristian Bach, Joseph Haydn, Félix Mendelssohn,
Franz Liszt, Guiacomo Puccini, Héctor Berlioz, Jan Sibelius, a los
que añadir las abundantes particellas dedicadas por Mozart:
sinfonías, conciertos, rondós, salmos y motetes escritos para toda
suerte de agrupaciones vocales o instrumentales.
El
caso de Mozart es singular dentro de los ideales masónicos. Su
ópera La Flauta Mágica, a pesar de los estudios y análisis
tópicos y reiterativos, está considerada por muchos autores como
el testamento musical e ideológico del compositor salzburgués; en
ella, a través de sus símbolos, nos encontramos a un Mozart maduro
comprometido con los ideales de libertad e igualdad emanados de la
Revolución francesa. Tampoco debemos silenciar las importantes
investigaciones de corte historiográfico que hacen referencia a
misterios masónicos, algunas Pieces de clavecín de Francois
Couperin o las interesantes aportaciones debidas a los trabajos
realizados sobre temas masónicos presentes en las óperas
compuestas por Jean Philippe Rameau, The Generous Freemason
(Londres, 1730) y Zoroastre (París, 1749). Hay otros que nos
hablan de la posible influencia masónica de la ópera Fidelio
de Ludig van Beethoven o el mismo Parsifal de Richad
Wagner.
Para
tratar de encontrar una clave explicativa a esta simbología,
volvamos la mirada hacia atrás, a una época en la que el «color»
de las tonalidades era algo que estaba en el ambiente musical, que
todos sabían cómo y para qué usarlo. Lo conocía Couperin, Rameau,
J. C. Bach, Hadyn y, por supuesto, Mozart.
Para
explicar este fenómeno debemos referirnos de forma sucinta a los
diversos tipos de temperamentos que existieron desde varios siglos
atrás y hallaremos respuesta a qué significa «color tonal».
«Temperamento musical» es la distinta forma en que se ordenan los
batimientos que producen dos sonidos; una técnica de afinación que
era perfectamente conocida por los músicos de la Ilustración. Hubo
varios temperamentos a lo largo de la historia, varias formas de
ordenar los intervalos y los batimientos que acompañan a estos,
varias formas y combinaciones que daban un color especial a cada
partitura, y ese color, dentro de su complejidad, creó en el
oyente un «color auditivo», una «simbología tonal». Así, mientras
que los temperamentos pitagóricos en la época renacentista y los
mesotónicos durante el barroco posibilitaban a los compositores el
empleo de tonalidades sencillas -no más de dos o tres
alteraciones-, los temperamentos Werckmeister, Neidhardt o Valloti
facilitaron la utilización de las veinticuatro tonalidades.
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François Couperin (París, 10 de
noviembre de 1668- París, 11 de septiembre de 1733) |
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Estos
sistemas permitieron afinar los instrumentos de forma «no igual»,
lo que daba como resultado que las diversas tonalidades tuviesen
un “color” diferenciado. Es decir, que no sonaba igual do mayor
que re mayor; ni si bemol mayor que mi bemol mayor. Esa particular
atmósfera que se creaba con los temperamentos «no iguales»
permitió a su vez crear todo un mundo de «simbología tonal» del
cual se imbricaron Mozart y muchos de los músicos que han hecho
música utilizando claves masónicas. La particular atmósfera creada
por este distinto color tonal provocaba diversos estados de ánimo
en el oyente y su origen dio lugar a una cascada de discusiones,
opúsculos y escritos respecto al efecto que, presumiblemente,
podían tener las tonalidades.
Hoy
esta riqueza tonal ha desaparecido, no hay diferencia estructural
en sus intervalos, pues un convenio regulador que fue abriéndose
paso a partir del siglo XVII hizo que los intervalos y sus
batimentos quedaran falseados en aras de la utilización de las
veinticuatro tonalidades necesarias para poder modular.
Fue
Johann Mattheson quien en 1713, cuatro años antes de que naciese
la primera logia masónica, nos explica cuál es el «color tonal» y
el efecto que producía la tonalidad masónica por excelencia: «los
tres bemoles». Mi bemol Mayor: «... es un modo patético, es una
tonalidad que quien la utiliza desea exprimir todas las cosas
serias que tiene la vida. Es una tonalidad sin opulencia». Otro
músico, Christian Schubart, en 1763, hablando de la tonalidad de
Mi bemol mayor dice: «... es el tono del amor, de la atención
religiosa y de la conversación con Dios. Los tres bemoles implican
la Santísima Trinidad...», y pone como ejemplo el coro final de la
Pasión según San Mateo de Juan Sebastian Bach, que había sido
compuesta en 1729.
He
aquí varios interrogantes: ¿la tonalidad con tres bemoles es una
tonalidad masónica?, ¿utilizó Mozart conscientemente ese
simbolismo?, ¿se tomó esa simbología como elemento característico
de la música masónica?
Es
seguro que durante siglos el simbolismo en las tonalidades existió
-si bien no tomado con valor absoluto-; también es cierto que
aparecieron otras músicas escritas en tonalidades diferentes a la
utilizada por Mozart. Por ello, y tal vez, dentro del terreno de
las hipótesis, es probable que se fuese abandonando la pretendida
simbología de los tres bemoles para abrazar otras tonalidades que
igual pudieren tener la misma significación que aquella que fue
utilizada por el músico salzburgués en sus principios.
Extractado de: Rodrigo
Madrid (del Conservatorio de Música de Valencia), “Entre el estilo
galante y el Humanismo: una visión masónica de la música”, en José
Ignacio Cruz (ed.), Masonería e Ilustración; del siglo de las
luces a la actualidad, Valencia, 2011, pp. 187-197.
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